Ayer Domingo, Dia del Padre, salí a la ruta con la moto, como de costumbre en ese día. Sin destino fijo estaba en la Ruta 8 cuando veo un cartel que indica »Capilla del Señor», sin pensar en nada, y casi atraído por un imán, tomo la salida hacia el pueblo.
Al llegar a la plaza principal pensé »bueno, es igual a todos los pueblos». La plaza, la iglesia, la escuela, la comisaria, el municipio, todo gira en torno a la plaza principal.
Estaciono la moto frente a la iglesia, y veo que detrás mio, en la plaza, había una placa. Cuando me acerco veo que en esa placa estaba la foto de un perro, la curiosidad me cambió el gesto.
Era una placa de bronce con un encabezado que decía »Recordamos a Fiel».
Fiel era el sobrenombre que recibió Toby por parte de los habitantes del pueblo. Cuenta la historia que al fallecer el dueño de Toby, este acompañó al cortejo fúnebre hasta el cementerio. Una vez finalizada la ceremonia, el perro, no volvió a su casa sino que se quedó en la plaza principal, frente a la iglesia, debajo de un gran cedro.
De ahí en mas, cada vez que las campanas de la iglesia sonaban, anunciando la salida de algún cortejo fúnebre, Toby los acompañaba hasta el cementerio y luego volvía a su lugar, debajo del árbol.
Allí vivió siempre hasta que su salud dijo basta.
Cuando terminé de leer esa historia me quedó un nudo en la garganta, vuelvo hacia la moto, enciendo un cigarrillo, y veo que habían varios grupos de perros en la plaza.
A primera vista eran perros de la calle, porque así lo parecían, pero observando mejor vi cómo todos los habitantes que iban pasando cerca a ellos los saludaban y acariciaban.
Estos perros ponían la mejor cara de agradecimiento que tenían y moviendo la cola a una velocidad impresionante, se tiraban panza arriba para que los acaricien.
Se abre la puerta de una casa vecina a la iglesia, sale un señor, va hacia su auto y uno de los perros que andaban mendigando mimos se le acerca y obediente se sienta al lado de la puerta del auto. Apenas esta se abrió, salto dentro del auto como si supiera a dónde iban a ir.
Entendí que esos perros, aparentemente »callejeros», en realidad son los perros del pueblo, los perros de los habitantes del pueblo.
No ladraban persiguiendo motos o bicicletas, estaban a la espera de los mimos y de las caricias.
Ya sentado en un restaurante, se me acercan dos de estos perritos poniendo una cara que no se resistiría ni el más duro de los humanos. Querían algo de comida, lo sé, pero yo no tenia nada en la mesa aún.
Se quedaron apoyados en mi pierna recibiendo unas caricias y rascadas de oreja. Uno de ellos pone atención a lo lejos y sale corriendo. Fue al encuentro de un señor que venía caminando por la calle, lo recibió como si no lo hubiera visto en años. Luego volvió.
A los pocos segundo ambos perros salen corriendo y se repite la escena con otra persona del pueblo.
Era evidente que ahí los perros eran de todos, y si bien algunos les dan de comer, esos perros estaban más contentos de recibir un mimo que un pedacito de carne, cosa que pude comprobar más tarde cuando uno de esos perritos me rechazó un generoso trozo de vació a la parrilla con una cara de asco que me hizo sentir culpable…. »¿se habrá ofendido porque no le ofrecí también papas fritas¿»?…..
Siempre critico a la gente que deja sueltos a sus perros todo el día en la calle, no me parece de gente responsable, pero luego de haber vivido esta experiencia ya no estoy tan seguro de que estos sea así.